Anne Sexton
(1928-1874) conocida como poetisa que usó la literatura para poder despojarse
del peso que suponían las constantes crisis nerviosas que tuvo tras el
nacimiento de sus hijas (Anne intentó suicidarse en su cumpleaños el año en que
nació su segunda hija). Animada por su médico, decidió apuntarse a un taller de
escritura, y a partir de entonces comenzó a ser conocida como una de las
escritoras icono de la poesía confesional de los años 60, llegando a hablar de
temas como el aborto, la depresión de la mujer, o la menstruación. La sensación
de ser perseguida y de la muerte como liberación son claves en su obra: en
ocasiones no se guarda de decirlo literalmente. Hizo muchas grabaciones para la
televisión americana, donde recitaba poemas y contaba cómo vivía su vida, qué
sentía en su día a día, lo que pensaba de sus poemas.
martes, 10 de febrero de 2015
EL LOCO
He vivido
entre los arrabales, pareciendo
un mono, he
vivido en la alcantarilla
transportando
las heces,
he vivido
dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido
a nutrirme de lo que suelto.
Fui una
culebra deslizándose
por la
ruina del hombre, gritando
aforismos
en pie sobre los muertos,
atravesando
mares de carne desconocida
con mis
logaritmos.
Y sólo pude
pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el
sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado
a moverse a las larvas
sobre los
cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan
los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los
hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían
con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos
todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué
oscuro es tu nombre».
He vivido
los blancos de la vida,
sus
equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza
incesante y recuerdo su
misterio
brutal, y el tentáculo
suyo
acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos
de huida.
He vivido
su tentación, y he vivido el pecado
del que
nadie cabe nunca nos absuelva.
POR: LEOPOLDO MARÍA PANERO
¿Le aterra quedarse encerrado?
Las
personas con claustrofobia se caracterizan por padecer un miedo intenso a
situaciones relacionadas con espacios cerrados: habitaciones pequeñas,
habitaciones cerradas, sótanos, bodegas, túneles, ascensores, el metro, etc. En
general, estas personas no suelen tener miedo sólo a una de estas situaciones,
sino que experimentan temor en cualquier situación que implique cierre,
restricción o confinamiento, como por ejemplo, estar debajo del secador de la
peluquería, esperar en la cola del supermercado, atravesar unas puertas giratorias,
meter la cabeza debajo del agua, etc. Además, el temor no se centra sólo en el
espacio cerrado en sí mismo, sino en lo que podría ocurrir "dentro"
de ese espacio. Por ejemplo, la persona teme que en el ascensor no habrá
suficiente aire, no podrá respirar y se ahogará.
La
claustrofobia incluye dos componentes:
· - Miedo
a la restricción. Es decir, al confinamiento, ya que los espacios cerrados
pueden suponer una limitación de movimientos, la persona manifiesta
"sentirse atrapada".
· - Miedo
al ahogo. La persona manifiesta una sensación de falta de aire, de asfixia.
Cuando una
persona con claustrofobia se encuentra en las situaciones temidas, experimenta
una gran preocupación y temor, también experimentan sensaciones corporales,
como por ejemplo, palpitaciones, temblores, sudoración, molestias
gastrointestinales, confusión, etc. Todos estos síntomas suelen remitir de
forma rápida en cuanto se abandona la situación de cierre. Lo cual lleva a la
persona a intentar evitar todas estas situaciones, es decir, a no enfrentarse a
aquello que teme.
Otras
veces, aunque se enfrente a esas situaciones lo hace experimentando una gran
ansiedad y por tanto puede que intente protegerse de algún modo (por ejemplo,
situarse cerca de una ventana de la habitación, sentarse en la última fila del
cine, o sentarse cerca del pasillo, en el tren, etc.). Asimismo, puede que
también aparezca ansiedad anticipatoria, esto es, mucho antes de que la persona
tenga que enfrentarse a la situación temida, ya aparecen sensaciones corporales
y pensamientos perturbadores.
La claustrofobia
es una de las fobias específicas con una prevalencia más alta, sin embargo, no
todas las personas con claustrofobia buscan ayuda profesional para superar su
problema. Existen varias razones que explican esto último:
- · Muchas de estas personas manejan su problema "evitando activamente" las situaciones que impliquen cierre.
- · La mayoría de estas personas desconocen que este problema puede llegar a desaparecer con un tratamiento apropiado.
- La persona suele buscar ayuda especializada sólo cuando su problema interfiere de un modo notable en su vida (en su trabajo, en su familia, en sus relaciones sociales, etc.)
- Muchos claustrofóbicos se han resignado y han aprendido a vivir con su problema
martes, 3 de febrero de 2015
HASTA ÉL
Puedo decirme del amor (que tuve): que no sea inmortal
puesto que es llama, pero sea infinito mientras dure. Que no sea correcto,
elocuente o impecable, pero sea digno, nazca desde lo más puro. Puedo llenarme
de miles de excusas, quinientas razones para quedarme, quinientas dos para
marcharme. Puede él darme un argumento, puedo desarmarlo con mi pensamiento,
porque aquí acaba y aquí empieza, un pasado bonito, un final incierto. Y es que
heme aquí, en la mitad del resultado, a medio camino entre lo que fue y lo que
no ha ocurrido. Helo a él tan tácito pero tan
poco evidente ante mis ojos que no lo ven, ante mis manos que no lo
tocan, ante mi boca que ya no lo pronuncia. Cuando el amor me toca en un
saludo, cuando me estremece en un “quédate”, entonces es ahí. Ahí, cuando el
amor que tuve se vuelve más verbo que sustantivo.
Puedo decirme de ese amor que tuve (y puedo tener): que sea
añejo, pues es historia, que sea como el alba, tan transitoria. Puedo asegurar
que él, ese sentimiento y en ese preciso instante de abandono, también se
desgarró, también pensó. Porque lo comprobé. Porque “adiós” exhaló, porque “no”
yo pronuncié. Me fui, porque eso decía mi consciencia, “vete, no es para ti, no
es para ti, no es, no es, no es”. La consciencia, esa que no me deja vivir. Me
acerco al vaso de agua a medias que dejó, lo observo, y sé que contiene su
energía, esa que dejaba él en cada objeto que tocaba, que miraba o creaba. Lo
toco, lo siento y a esa energía entrar por la punta de mi dedo índice. Ya es el
último objeto de la casa que termino de escurrir. ¿Y ahora qué? Ahora él.
Me levanto y me quejo. Me levanto y doy pasitos hasta él.
Voy a impedírmelo, porque no está bien… Las he dejado pasar,
las veinticuatro veces que me sacudieron. Las oportunidades. Una la dejé en el
tren, otra, en el árbol, otras en el abismo, en la oficina, en la cocina, en la
playa. Tomo esta, porque es mía, como él. Como él, como él. Voy hacia ese
lugar, mientras me decido a levantarme. Mi mente despierta.
Él me dice, “ya estás aquí, quédate. Quédate”. No recuerdo
nada. Me pierdo.
Vuelvo a arrastrarme, con el rastro de agua en el dedo
índice. Toco mi boca, toco mis ojos y los cierro. Recuerdo la primera vez,
cuando estábamos en esa librería. Lo vi, lo vi mucho porque lo amé, me
obsesioné con las manos, con el cabello, los ojos y las orejas. Fue el abril
más hermoso de su vida, fueron los veintiún días más fugaces de mi existencia.
Nos lo dijimos. Me sigo arrastrando, con el agua de sus labios en los míos. En
los míos.
Ha sido el día más largo de mi vida, y el amor que tuve y
que puedo tener, que me estremece, que me toca, que me quema como llama, que es
infinito, que me da vida, que me
despierta a estos momentos de lucidez, de razón… Ese amor también destruye.
Me muevo con pasitos diminutos, con los ojos dentro del
cuerpo, las manos en los oídos para no distraer al alma de lo que quiere.
Siento el borde de la ventana bajo mis pies, siento el viento contra mi
abdomen, contra mis ojos, mi rostro y mi piel descubierta. Lo siento a él, tan
cerca del suelo, del fin.
Obsessive - Compulsive LOVE
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